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Del dolor a la decepción. Del sacrifico al éxito. Una opresiva travesía por el desierto terminó como casi siempre cuando Rafa Nadal es el protagonista, con una sonrisa. El español regresó al circuito, de menos a más, cuando la máquina estaba engrasada y preparada para volver a levantar títulos. Lo hizo en Brasil y México. Ajustadas las cuerdas, ahora sueña con prolongar su racha en Montecarlo, Barcelona, Madrid, Roma y París, las cinco ciudades que marcan su temporada.

Como un león dormido, el madrileño permanece en su guarida acechando su momento para retornar a la élite, un lugar de privilegio en el que no hace tanto habitó. La zurda de Verdasco avala más de 15 finales y 80 semanas entre los diez mejores de la ATP. Pero al borde de los 30 años, no pierde ambición. Entre sus deudas pendientes aún se esconden levantar un masters y regresar a la cima. Su primer objetivo es volver al top 15. Una vez allí, la idea es clara: “no renunciar a nada”.

Sólo una semana de diferencia les separa en su partida de nacimiento. El serbio y el escocés llegaron al mundo prácticamente de la mano en mayo de 1987 y 25 años después han desatado la rivalidad que se presumía en la pista. Los rayos de sol del pasado estío maduraron el nuevo pulso que ha dominado el circuito en los últimos meses. Djokovic y Murray han acaparado los grandes títulos en juego y ya representan el nuevo ‘clásico’ de la ATP.